viernes, 27 de junio de 2008

La mujer en la sociedad Romana



En Roma, en los primeros tiempos, el pater familias tenía un completo control sobre su esposa y su familia, pero en general la ley romana concedía a la mujer más derechos que la griega. No vivían recluidas en casa y comían con sus esposos; eran libres para abandonar la casa y visitar no sólo tiendas, sino también lugares públicos como teatros y juzgados. Muchas mujeres romanas de clase elevada eran influyentes y tomaban parte activa en los asuntos sobre los que se discutía en sus casas.


La mujer romana se casaba generalmente entre los trece y los diecisiete años. Una vez dentro de su casa, la mujer ocupaba una posición bastante independiente, sobre todo en época imperial, cuando se consideró a la mujer como propietaria de los bienes que ella había aportado al matrimonio. Así era lógico que las mujeres empuñasen con frecuencia las riendas de la casa, mandando en ellas más que el marido e incluso sobre él. La posición independiente que la mujer ocupaba en Roma bajo el Imperio llevaba aparejada una fuerte tentación que la empujaba a veces a romper las trabas impuestas a su sexo. Aunque no llegarían a hacerse frecuentes los casos de mujeres que participaban en torneos gimnásticos o que peleasen como gladiadores, sí fueron más frecuentes los casos de mujeres interesadas por la marcha de los asuntos del mundo y que tomaban parte activa de ellos.

La vida de las mujeres ricas

Las niñas de familias acomodadas iban a la escuela hasta los doce años. Después de esta edad pocas mujeres continuaban educándose, con la autorización de su marido o padre, a través de preceptores que les enseñaban los clásicos. Era normal que hubiera mujeres que adquirían una cultura de entretenimiento, como cantar, danzar y tocar un instrumento. Estas actividades artísticas se alaban mucho en las mujeres “honestas”. A los doce años había muchachas que ya estaban otorgadas a un marido, aunque no se hubiera consumado el matrimonio. Una mujer se consideraba adulta a los catorce años, todos la llamaban entonces “señora”. Las familias ricas encerraban a sus hijas en sus casas y las ponían a hilar con rueca y con huso, con lo cual demostraban que pasaban el tiempo sin hacer nada malo.
Las señoras ricas no tenían obligaciones como amas de casa porque su marido era quien mandaba sobre los esclavos. Estas mujeres ni siquiera debían esforzarse en vestirse o calzarse por sí mismas porque ese era el trabajo de las esclavas. Sin embargo, la libertad de estas señoras era relativa. Siempre estaban acompañadas, incluso había algunas que dormían con una esclava en su cuarto, para que las cuidaran. La decencia y el cuidado de su rango obligaba a una dama a salir de casa acompañada por sirvientes, señoritas de compañía y un caballero de servicios. Sólo debidamente acompañadas las mujeres tenían derecho a visitar a sus amigas. Las damas muy recatadas salían lo menos posible y sólo se mostraban en público cubiertas por un velo.

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